viernes, 7 de septiembre de 2007

APRODEH: Normas sobre salud mental tienen grandes vacíos







Foto: CNR


APRODEH: Normas sobre salud mental tienen grandes vacíos


Lima, 06/09/2007 (CNR) - Pese a la diversidad de normas sobre salud mental, existen grandes vacíos en lo que respecta a la atención para los afectados por la violencia política, denunció Elsa Bustamante, responsable del Área de Salud Mental de la Asociación Pro Derechos Humanos (APRODEH).
“En marzo de este año se dio el decreto del listado único de intervenciones sanitarias para el Seguro Integral de Salud (SIS) que pone en intervención preventiva la detección de los problemas de salud; pero no incluye las intervenciones recuperativas”, enfatizó.
En declaraciones al programa "Diálogo Directo" de la Coordinadora Nacional de Radio (CNR), Bustamante indicó que los casos de violencia, suicidio, depresión y ansiedad son estadísticamente grandes y tienden a incrementarse en nuestra sociedad. “Uno de los principales problemas a nivel nacional que padecen estas personas es el poco acceso al tratamiento. En Lima, hay tres hospitales psiquiátricos que son insuficientes, pero en otros departamentos no existe esta atención”, puntualizó.
Respecto a la población afectada por el conflicto armado se ha visto que en muchos países lo más efectivo es el trabajo comunitario. “Los programas comunitarios crean espacios de soporte para las personas y generan la reconstrucción de redes sociales y de memoria”.
Bustamante recordó que el régimen de Alejandro Toledo logró importantes avances en la atención al sector salud. Así, se definieron estrategias sanitarias de salud mental que fueron apoyadas con inversión extranjera para la atención a los afectados por la violencia y aquel sector de peruanos que padecen distintos problemas mentales.

jueves, 6 de septiembre de 2007

Sí o sí hay que ver Sycko, de Michael Moore









Sí o sí hay que ver Sycko, de Michael Moore


Por momentos, la película Sycko, de Michael Moore, recuerda esas escenas de los filmes cómicos de antaño, donde uno sabía exactamente lo que iba a ocurrir y, sin embargo, reía a carcajadas cuando ocurría. Ver a gringos honestos y desinformados descubrir que el mundo afuera de su país no es como se lo contaron, es realmente un placer.
Por otro lado, las escenas donde Bush padre anuncia los horrores de la medicina socialista de Canadá, cotejadas con la realidad filmada en el país mencionado por el ex presidente de EE.UU., expresan con crudeza y realismo que el energúmeno que gobierna hoy la superpotencia tenía de quién heredar su inclinación por la mentira y la farsa.
Frente a los sistemas de salud de Francia, Reino Unido y Cuba, EE.UU. es algo menos que un país tercermundista pues en estos, a veces, el rostro del capitalismo tiene ciertos rasgos de humanidad que los distinguen de las grandes empresas estadounidenses vinculadas al negocio de la salud.
Los testimonios de personas que han perdido alguna parte de su cuerpo o a algún miembro de su familia por leguleyadas inventadas por las compañías que cubren los riesgos de la salud son realmente atroces.
La demostración simple, clara y directa de que cualquier empresa cuya finalidad última y única (por lo que se puede apreciar) es maximizar sus ganancias nunca, jamás, podrá ser responsable de la salud de un pueblo. Su objetivo, según declaran algunos ex empleados, es ahorrar. Y eso significa negar el mayor número de tratamientos posible.
En muchos casos, las consecuencias no son fatales pero, en otros, sí lo son y los perjudicados todo lo que pueden hacer, en ese país de las libertades, es protestar a través de una película de Michael Moore porque todas las otras instancias son sordas e indiferentes a sus quejas. Es como si les dijeran: "¿Querían una sociedad caníbal? Ya la tienen, así que a quejarse a otro lado". Y uno no puede menos que preguntarse por el grado de responsabilidad individual de los damnificados por haber aceptado durante tantos años, con deliberada ceguera, que a otros les ocurriera lo que ellos ahora denuncian.
El asombro de los estadounidenses a quienes Moore lleva al Reino Unido es mayúsculo. No pueden entender que, en esa nación, la medicina se financie con los impuestos que pagan todos los ciudadanos y que no sea un negocio infecto, como en su país donde, además de haber 50 millones de personas sin cobertura médica, los que la tienen deben lidiar con empresas que actúan con principios que, en otro lugar de la tierra, seguramente serían sancionados por atentar contra la vida y la dignidad humana.
Los bomberos que actuaron el 11-S en el ataque a las Torres Gemelas y que el Estado abandonó luego a su suerte fueron conducidos por Moore a Cuba, donde a cada uno se le aplicó un tratamiento acorde con su dolencia, pues los bomberos, para los cubanos, componen una cofradía universal.
En suma, Sycko es un alegato en favor de una conducta humana que el capitalismo salvaje de la actualidad parece incapaz de practicar.


miércoles, 5 de septiembre de 2007

La salud mental en el mundo: todo por hacer


INFORMES EN 'THE LANCET'
La salud mental en el mundo: todo por hacer
La revista 'The Lancet' publica una serie de artículos sobre estos trastornos
Investigadores de todo el mundo denuncian la crítica situación de muchos pacientes
Poca inversión, una mala gestión y la estigmatización son algunas de las barreras
Actualizado martes 04/09/2007 02:07 (CET)

ÁNGELES LÓPEZ
MADRID.- El 14% de todas las enfermedades en todo el mundo corresponde a patologías neuropsiquiátricas. Sin embargo, más de un tercio de las personas con esquizofrenia y una de cada dos con otro trastorno mental no recibe ningún tratamiento. La revista 'The Lancet' analiza, a través de una serie de artículos, la situación de estos pacientes, los retos por abordar y las posibles soluciones para alcanzarlos.
Con la idea de lanzar una llamada de atención internacional, 'The Lancet' ha reunido una serie de artículos elaborados por especialistas de todo el mundo con el propósito de dar a conocer las deficiencias que existen en torno a la salud mental, además de incentivar tanto a políticos como donantes y profesionales para que ofrezcan más ayudas en la lucha contra estas enfermedades.
Los trastornos neuropsiquiátricos engloban un gran número de patologías que van desde la esquizofrenia o la depresión hasta la adicción alcohólica. Cada año, más del 30% de la población mundial sufrirá alguna enfermedad de este tipo. Sin embargo, existen lagunas terapéuticas en casi el 90% de los países en desarrollo.
Los datos que recogen estos informes en torno a la salud mental son desmoralizadores. A pesar de algunas iniciativas, como las llevadas a cabo por la Organización Mundial de la Salud o su homóloga en Latinoamérica para concienciar sobre la gravedad de estos trastornos, poco se ha hecho para pasar de la teoría a la práctica, según denuncia en uno de los artículos Martin Prince, del Instituto de Psiquiatría de Londres, junto con otros colegas.
La base de otras enfermedades
Prince pone de manifiesto en dicho artículo, titulado 'No hay salud sin salud mental', los numerosos problemas relacionados con las enfermedades psiquiátricas. Además de todas las causas de mortalidad, incluido el suicidio, estos trastornos conllevan un mayor riesgo de desarrollar otros problemas. Un ejemplo son las patologías cardiovasculares que aparecen con más frecuencia entre las personas que sufren depresión, ansiedad o trastorno bipolar.
A esas enfermedades hay que añadir otros síntomas que para los médicos no tienen una explicación lógica, son los denominados somáticos: dolor, fatiga, mareos... o algunos síndromes como el de intestino irritable, la fibromialgia o la disfunción témporo mandibular. Estos trastornos generan cada año grandes gastos, tan sólo en Estados Unidos son responsables de un coste sanitario que alcanza cada año los 256.000 millones de dólares.
En muchos casos el flujo entre enfermedad mental y otra patología es bidireccional, es decir, una depresión puede conducir a otro trastorno o al contrario. Por ejemplo, muchas personas diabéticas desarrollan depresión asociada con alguna de las complicaciones del trastorno metabólico como la retinopatía diabética o la nefropatía.
Por otro lado, los trastornos psiquiátricos están relacionados con un peor cumplimiento de las terapias, y cuando se trata de tratamientos de enfermedades infecciosas, como el sida o la tuberculosis, las consecuencias pueden ser graves como la aparición de un mayor número de resistencias o un peor pronóstico del paciente.
Pocos programas, menos financiación
Si la situación es mala en general, los hechos llegan a ser críticos para los países en vías de desarrollo. Según un informe mundial, tan sólo el 11% de los casos graves de trastornos mentales en China recibe algún tratamiento. Esa cifra es similar, del 10,4%, cuando los pacientes viven en Nigeria.
"La mayoría de los intentos de mejorar la cobertura [para los enfermos de estos países] han sido inadecuadamente planificados y administrados", reza otro artículo de la revista. "Nuestra llamada de atención se dirige a los actores involucrados --gobernantes, agencias multi y bilaterales, donantes (que frecuentemente ignoran la salud mental), especialistas en salud mental y pública, investigadores, sociedad civil y consumidores", exponen los autores.
Según estos investigadores, procedentes de centros de todo el mundo, para mejorar la cobertura de estas personas se requeriría un gasto extra de 20 céntimos de dólar por persona y año para un país pobre y de 30 para un país de ingresos medios, es decir, un gasto de dos y tres dólares por persona, respectivamente.
Para contribuir a ese desarrollo se deben superar, no obstante, algunas barreras: priorizar la salud mental en la agenda pública de salud; mejorar la organización de los servicios relacionados con estas patologías; descentralizar la atención ofrecida en los hospitales y potenciar la ofrecida en la atención primaria; educar a más profesionales de la salud en estas enfermedades; y por último, destinar más especialistas en salud mental a puestos directivos de salud pública.

En:
http://elmundosalud.elmundo.es/elmundosalud/2007/09/03/neurociencia/1188844607.html

MI VIDA CON... / ESQUIZOFRENIA




MI VIDA CON... / ESQUIZOFRENIA
"Cuando pierdes la cabeza, sobra lo demás"




Mari luz corcuera convive desde hace más de 30 años con este trastorno mental. «Haciéndote fuerte por dentro no te vienen las paranoias de fuera», asegura.
AINHOA IRIBERRI

(Foto: Julián Jaen)
Mari Luz Corcuera tiene un día a día muy atareado. Se levanta temprano, pasea al menos siete kilómetros cada mañana, practica yoga, lee y participa en un programa de radio de la Asociación en Lucha por la Salud Mental y los Cambios Sociales (ALUSAMEN), a la que pertenece desde hace más de 10 años. Excepto porque tiene una incapacidad que le impide trabajar, esta mujer de 64 años hace una vida prácticamente normal. Sin embargo, le ha costado mucho llegar hasta aquí.
Mari Luz pertenece al 1% de los españoles que padece esquizofrenia, una enfermedad psiquiátrica que está considerada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como una de las 10 patologías más invalidantes que existen.
«Trabajaba de maestra en un colegio religioso en Madrid, tras haberme salido de monja después de más de 15 años de servicio. Eran los últimos años del franquismo y yo era muy revolucionaria, la que llevaba al colegio las consignas del movimiento de enseñanza. En esos tiempos, animé a mis compañeros a ir a la huelga. El director del centro llamó a un comisario de policía que me dijo: 'Ya puedes irte a trabajar lo más cerca a Canarias, porque te voy a hacer la vida imposible'. Desde entonces, cada vez que veía un policía, y había muchos en la calle a finales de 1974, pensaba que venían a por mí», relata sobre los inicios de su enfermedad.
De esos primeros tiempos recuerda el miedo. «Notaba que me perseguían. Me quedaba en casa para estar a salvo y me entraba agorafobia [pánico a los espacios abiertos]. Pensaba que me iban a disparar desde cualquier ventana y tenía lo que yo llamo pensamiento transparente, creía que los demás tenían acceso a mi mente y sabían lo que estaba pensando».
Al principio, no era consciente de su dolencia. «Creía que lo que me pasaba era verdad; fui al médico porque mis amigas se pusieron muy pesadas. La psiquiatra me dijo directamente que estaba como una cabra y que, si quería que me tratara, tenía que ser en el hospital».
No recuerda bien qué fármacos le recetaron en aquella época, pero sí que no los consumía con mucha disciplina. «No era consciente de que estaba enferma. Para un esquizofrénico, aceptar la patología es media curación. Dices, ¿qué me va a hacer un psiquiatra, si a mí lo que me pasa es que me están persiguiendo?».
Sus experiencias hospitalarias le llevaban a alternar periodos de baja y alta laboral. Tenía el apoyo de familiares y amigos, pero el día a día en el colegio era duro. «Además de las paranoias, el antipsicótico que tomaba entonces -sólo de vez en cuando- hacía que se me fueran los ojos continuamente a las luces. También notaba pérdida de memoria».
En 1981, seis años después del diagnóstico, llegó la incapacidad laboral. El pronóstico que figuraba no podía ser más crudo: esquizofrenia paranoide con imposibilidad de recuperación.
A partir de entonces, deambuló por alrededor de 15 hospitales, probando diversos tipos de terapias. «Fui a un psiquiátrico privado en Palencia, porque una amiga monja se había curado allí; pero no nos dejaban entrar en la habitación, nos hacían trabajar y, además, eran todas de derechas y yo no comulgaba con sus ideas».
Uno de sus peores recuerdos es un centro en Marruecos, donde fue a parar a causa de un brote psicótico que sufrió en el transcurso de un viaje organizado. «Tenía los colchones de paja, la comida era horrible. De la rabia, tiraba los platos al suelo; además, nadie de mi familia sabía donde estaba, mis hermanos tuvieron que remover cielo y tierra para encontrarme». De entre las experiencias más positivas, destaca una clínica privada en Madrid donde le hicieron una cura de sueño. «Se me olvidó todo. ¡Qué liberación!, no me perseguía nadie».
El momento clave que cambió el curso de su enfermedad se produjo hace 20 años, cuando tomó conciencia de su problema y de la necesidad de tratarse farmacológicamente. «Un amigo vasco me dijo 'no seas ignorante, que el cerebro es química. A tí te falta algo y lo tienes que tomar'». Paradójicamente, él fue el origen de una de sus paranoias más impactantes. «Hablabamos mucho de la situación política en el País Vasco. Me empecé a obsesionar y pensé seriamente que ETA me había elegido para matar al Rey, porque al estar loca no me iba a pasar nada».
Esta obsesión recurrente fue la causa de su último ingreso hospitalario hace ya más de cinco años. Desde entonces, ha aprendido a convivir con su enfermedad a base de trabajo. «He salido de lo más profundo que uno se puede imaginar y ahora estoy encantada con la vida. Voy a yoga, a talleres, leo libros de autoestima. He orientado mi vida a tener la cabeza amueblada».
Comparte piso con una amiga que también padece esquizofrenia. El contacto con otros enfermos es constante, la mayoría de las veces a través de ALUSAMEN. Fue precisamente en una fiesta de esta asociación, donde se atrevió a recitar por primera vez unos versos que había escrito: «Nadie sabe lo que sufre un enfermo mental, cuando pierdes la cabeza, sobra todo lo demás».

FICHA PERSONAL

- Mari Luz Corcuera tiene 64 años. Fue monja hasta los 30 y a los 33, cuando ya era seglar, recibió el diagnóstico.
- Trabajaba como maestra en un colegio. Su apoyo a una huelga profesional hizo que el director avisara a la policía. Entonces empezaron los síntomas de su trastorno mental.
- Ha ingresado en cerca de 15 hospitales y centros psiquiátricos, incluyendo dos en Italia y en Marruecos. El último fue hace cinco años.
- No trabaja pero lleva una vida cercana a la normalidad. Colabora en un programa de Radio Vallekas de la asociación ALUSAMEN.
- Se trata con un antipsicótico atípico y un ansiolítico. Visita al psiquiatra cada cuatro meses. Si pudiera cambiar algo, habría empezado a tomar la medicación a diario desde el principio.
Los fármacos ayudan a controlar los síntomas.
Los antipsicóticos se introdujeron en la práctica clínica a mediados de los años 50 y sirven para disminuir los síntomas positivos de la esquizofrenia, pero no los negativos. Actualmente se emplean los denominados de segunda generación. El principal problema es la adherencia: hasta el 60% de los pacientes incumple el tratamiento.
Dónde acudir para saber más de la enfermedad.

En la Red existen numerosos recursos:

'http://www.esquizofreniabrelaspuertas.com ('el objetivo de esta web es combatir el estigma y el rechazo a los esquizofrénicos)
'http://www.esquizofreniaonline.com'
'http://es.wikipedia.org/wiki/Esquizofrenia'.
Teléfono asociación ALUSAMEN: 914778661
En su origen se implican factores genéticos y ambientales.
No se conoce con exactitud qué provoca la enfermedad, aunque se citan factores genéticos y ambientales (consumo de ciertas drogas alucinógenas o problemas sociales, como una tragedia familiar) que podrían aumentar el riesgo de sufrirla. Las últimas teorías apuntan hacia un trastorno del neurodesarrollo que se da en la gestación, pero esto es aún sólo una hipótesis.
Ideas delirantes que se combinan con momentos de pérdida de vitalidad.
La dolencia se suele reconocer por un cambio en el funcionamiento social para el que no hay explicación. Se caracteriza por dos tipos de síntomas: los denominados positivos, entre los que destacan las ideas delirantes, de las que la persona está convencida a pesar de la ausencia de pruebas, y los negativos, entre otros, el embotamiento y la pérdida de vitalidad, que son mucho más difíciles de identificar.

Un trastorno psiquiátrico que afecta al 1% de la población mundial.
Se caracteriza por distorsiones en la percepción y en el pensamiento, que interfieren con la capacidad para reconocer lo que es real, así como para controlar las emociones, pensar con claridad, emitir juicios y comunicarse. Es el trastorno psicótico más común e importante. Se suele manifestar al final de la adolescencia o a principios de la edad adulta. Los varones exhiben síntomas antes.