jueves, 6 de septiembre de 2007

Sí o sí hay que ver Sycko, de Michael Moore









Sí o sí hay que ver Sycko, de Michael Moore


Por momentos, la película Sycko, de Michael Moore, recuerda esas escenas de los filmes cómicos de antaño, donde uno sabía exactamente lo que iba a ocurrir y, sin embargo, reía a carcajadas cuando ocurría. Ver a gringos honestos y desinformados descubrir que el mundo afuera de su país no es como se lo contaron, es realmente un placer.
Por otro lado, las escenas donde Bush padre anuncia los horrores de la medicina socialista de Canadá, cotejadas con la realidad filmada en el país mencionado por el ex presidente de EE.UU., expresan con crudeza y realismo que el energúmeno que gobierna hoy la superpotencia tenía de quién heredar su inclinación por la mentira y la farsa.
Frente a los sistemas de salud de Francia, Reino Unido y Cuba, EE.UU. es algo menos que un país tercermundista pues en estos, a veces, el rostro del capitalismo tiene ciertos rasgos de humanidad que los distinguen de las grandes empresas estadounidenses vinculadas al negocio de la salud.
Los testimonios de personas que han perdido alguna parte de su cuerpo o a algún miembro de su familia por leguleyadas inventadas por las compañías que cubren los riesgos de la salud son realmente atroces.
La demostración simple, clara y directa de que cualquier empresa cuya finalidad última y única (por lo que se puede apreciar) es maximizar sus ganancias nunca, jamás, podrá ser responsable de la salud de un pueblo. Su objetivo, según declaran algunos ex empleados, es ahorrar. Y eso significa negar el mayor número de tratamientos posible.
En muchos casos, las consecuencias no son fatales pero, en otros, sí lo son y los perjudicados todo lo que pueden hacer, en ese país de las libertades, es protestar a través de una película de Michael Moore porque todas las otras instancias son sordas e indiferentes a sus quejas. Es como si les dijeran: "¿Querían una sociedad caníbal? Ya la tienen, así que a quejarse a otro lado". Y uno no puede menos que preguntarse por el grado de responsabilidad individual de los damnificados por haber aceptado durante tantos años, con deliberada ceguera, que a otros les ocurriera lo que ellos ahora denuncian.
El asombro de los estadounidenses a quienes Moore lleva al Reino Unido es mayúsculo. No pueden entender que, en esa nación, la medicina se financie con los impuestos que pagan todos los ciudadanos y que no sea un negocio infecto, como en su país donde, además de haber 50 millones de personas sin cobertura médica, los que la tienen deben lidiar con empresas que actúan con principios que, en otro lugar de la tierra, seguramente serían sancionados por atentar contra la vida y la dignidad humana.
Los bomberos que actuaron el 11-S en el ataque a las Torres Gemelas y que el Estado abandonó luego a su suerte fueron conducidos por Moore a Cuba, donde a cada uno se le aplicó un tratamiento acorde con su dolencia, pues los bomberos, para los cubanos, componen una cofradía universal.
En suma, Sycko es un alegato en favor de una conducta humana que el capitalismo salvaje de la actualidad parece incapaz de practicar.


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