viernes, 25 de mayo de 2007

TEATRO TERAPEUTICO Un abordaje del padecimiento psíquico por el arte



Un abordaje del padecimiento psíquico por el arte por Gustavo Aruguete





Intentamos producir una nueva subjetividad, convocando a un encuentro alrededor de un dispositivo al que llamamos "Los Teatros de la Memoria". Creemos en el potencial terapéutico del Teatro de la Espontaneidad, cuando se constituye en un momento de "Encuentro" para un hecho de creación colectiva, en un espacio donde el acto de cada uno adquiere valor, en cuanto "enlazado" al acto de otro. Pertenecer a una comunidad creativa establece una trama de intercambios que genera condiciones de posibilidad para la producción estética.



Crear un espacio de resistencia cultural como oposición a la tristeza, a la impotencia, al aburrimiento de la sociedad, para ser protagonistas de nuestra propia historia.





En el comienzo era la Escena...



Abril de 1921. Un joven psiquiatra, nacido en un barco de bandera rumana, hace Teatro en las calles de Viena. Su actores son la gente común. La escenografía es la calle. Sus personajes son las prostitutas, los desocupados, ladrones y desertores de una guerra cercana. Sus dramas son los surgidos en un mundo convulsionado, enmarcado entre las dos guerras mundiales, asolado por el hambre y la desesperación. Esa noche de abril, Jacob Levy Moreno, sin una obra escrita previamente, sin actores profesionales, sin ser él mismo director de teatro, escuchó el drama callejero de los 1000 espectadores que colmaban ese teatro de Viena. Gente que, por una noche, se convirtió en protagonista de su propia historia y transformó sus dramas cotidianos en argumentos para la ficción. No sería cierto decir que esa noche Moreno estaba solo, en un teatro de Viena, parado frente a 1000 espectadores. Porque esa noche, el público era su elenco y sus espectadores eran 1000 dramaturgos inconscientes. El drama recogía su trama en los acontecimientos histórico-sociales de la época y los héroes y villanos eran los andrajosos y sufrientes de las calles de Viena.
Pero la historia no comenzó allí. Tal vez esa noche resonaron las voces de los pobladores de la antigua Atenas que contaban sus dramas urbanos para ser representados por los actores de la ciudad, para comprender los conflictos colectivos en los que estaban implicados. Como relata Aristóteles en su "Poética", el drama así representado purificaba a los espectadores, aliviando sus pasiones egoístas. Aquella noche de Viena, gente común pudo escribir parte de su historia en vez de que otros la escribieran por ellos. Comprender en el mismo acto que otros tenian historias parecidas, que sufrían por las mismas cosas y compartían la misma capacidad para la esperanza. Les alcanzó con transformar ese espacio en un teatro, para vivir su verdadera vida bajo la mirada de la ficción.
Calles de Buenos Aires. Para nosotros, un grupo de psicodramatistas comprometidos con el arte como camino a la libertad del hombre, todo empezó hace 15 años, con las primeras funciones públicas donde nos arriesgamos a la aventura de la creación colectiva y apostamos a la espontaneidad. En aquellos años iniciamos una travesía, creando un espacio permanente de investigación en estética y creatividad, basado en la técnica del Teatro de la Espontaneidad, al que llamamos desde entonces, "Los Teatros de la Memoria".

"Para sobrevivir hay que contar historias" (U. Ecco)



Casi espontáneamente, apenas provocado por una convocatoria boca a boca, un grupo se congrega. Algunos saben del ritual por el que están aquí, otros solo lo imaginan, la mayoría desconoce los motivos de ese viaje compartido. Nos convoca la necesidad de compartir historias, o mejor un relato de ellas, que encuentre a un grupo dispuesto a escucharlas, a emocionarse y transformarlas en pequeñas narraciones. Un encuentro, como aquellos provocados por antiguas conjuras, donde un grupo de desconocidos acuerdan develar historias secretas. El invitado de honor de esta ceremonia es la memoria, transformada en relato compartido. No en el sentido de una confesión, ni de una prolija trascripción, sino el de la alegría del descubrimiento. La intención es reanudar un dialogo interrumpido, con los personajes del pasado, presentificados en los actores de este grupo.
Un Yo "dramaturgo, ingenuo e infantil, usa antiguas escenografías donde desplegar sus dramas. Escenarios corporales, vinculares, sociales por donde vagabundean personajes en busca de un autor que de forma a su guión vital. Cuando recuperen su propio mundo, las historias se transformarán en farolas que iluminen un dialogo nuevo, inédito, creativo. Cuando nuestro teatro interior permanece secreto el repertorio se mantiene siniestramente repetitivo y los personajes cristalizados en el pasado. Por un momento, alguien atrae la atención de los demás porque tiene una historia que contar. Una historia capaz de provocar una afectación en el grupo, porque despertará en ellos algo que había quedado en el olvido. El narrador se ha sentado, como alrededor del fuego de un antiguo ritual, para compartir un saber sobre sí, sobre sus historias de dolores y alegrías. Habla de dolores comunes y singulares, sentidos de la misma manera por los que comparten un rasgo común. Cuando los recuerdos se transforman en narración, comienza la aventura compartida. La narración es la "ficción" de una vivencia. Distancia necesaria entre el dolor y el relato del dolor. Cuando el relato se hace historia posible, la narración se transforma en dramaturgia y los secretos dejan de serlo. Pero este pasaje necesita de otro que escuche, desde sus propias resonancias, construyendo un diálogo de múltiples sentidos. Se produce el encuentro entre el narrador y quien será su director de escena. Se crea un espacio de juego, una escucha abierta, donde el director pregunta, enfatiza, repite. Bucea en las profundidades del otro, en sus reflejos de luces y sombras, escuchando gritos y palpitando en silencios. Juntos crean un espacio de climas, donde las palabras se hacen cuerpos y los cuerpos se adueñan del decir de esas palabras. El relator de la historia va trazando riesgos que, traducidos por el director, se van alojando entre los cuerpos.
En las sombras de un camerino expuesto a las miradas del público, un actor se aventura a la transformación. Tocado por el sonido del relato, encuentra al personaje en sus propias historias. Se despierta a sus resonancias por la coincidencia de un rasgo, por la presencia de un indicio que lo legitima como personaje de la historia de otro. Busca a sus personajes para reanudar un diálogo interrumpido. Un relato que era solo memoria, encuentra su encarnadura en los cuerpos y el rostro de los actores, para ser dramatizado. Frente al espejo, buscan el alma de los personajes de la historia, revelan lo interdicto, lo oculto, lo silenciado. Van en busca de una metáfora que al abrirse el telón imaginario, recree la memoria. Con la magia del teatro de la espontaneidad, donde nada esta escrito y donde todo puede ocurrir, comienza el vértigo de lo imprevisto que devela y sorprende. Algo viejo y algo nuevo está por nacer. Surgido de una vieja historia nacerá la metáfora y el dolor psíquico buscará expresarse para encontrar su verdadero significado. Y suceden escenas reales, simbólicas, imaginarias desplegadas en escenarios simultáneos, sucesivos, paralelos. Historias pasadas se mezclan con escenas del presente. Los adultos de ayer se ven como niños de hoy y cada personaje es él y muchos otros. La memoria se transforma, al fin, en acontecimiento estético. Recuerdos envueltos en telas rojas, amarillas, verdes, se mezclan con personajes azules. Rostros cubiertos por máscaras negras y blancas sobre fondos violetas que revelan sentimientos grises y naranjas. No buscan dar un sentido a lo representado sino encontrar miles de sentidos en lo que acaba de revelarse, mientras cada historia se multiplica en tantas historias como personas la escuchan. El narrador es el observador de su propio drama cuando las geografías de la memoria se transfieren a la gestualidad de los cuerpos. Un rompecabezas es armado sin modelo previo y el único organizador será el límite de un escenario. Cuando las máscaras están instaladas, los cuerpos salen a escena para circular entre otros cuerpos, que sostienen otras máscaras, que ocultan otros rostros. Van en busca de un rostro para su memoria que haga visible lo invisible.
Cuando todo termina, nos despedimos en la puerta del teatro, para meternos cada uno en su propio destino.
Crear un espacio de resistencia cultural como oposición a la tristeza, a la impotencia, al aburrimiento de la sociedad, para ser protagonistas de nuestra propia historia.
El sujeto social del nuevo siglo, saturado de un exceso de información para consumo, es el observador pasivo de un espectáculo que no lo incluye. Un Yo aislado, ensimismado, con retracción de sus vínculos y superficialidad afectiva, representa a un sujeto perdido en su lazo social, sin trama solidaria y con una posición acrítica frente a modelos culturales ajenos. Habita una sociedad enferma y es sujeto que enferma en ella. En este contexto, intentamos producir una nueva subjetividad, convocando a un encuentro alrededor de un dispositivo al que llamamos "Los Teatros de la Memoria". Creemos en el potencial terapéutico del Teatro de la Espontaneidad, cuando se constituye en un momento de "Encuentro" para un hecho de creación colectiva, en un espacio donde el acto de cada uno adquiere valor, en cuanto "enlazado" al acto de otro. Pertenecer a una comunidad creativa establece una trama de intercambios que genera condiciones de posibilidad para la producción estética. Queremos descubrir en el tiempo perdido de la infancia un espacio de juego, de ficciones. Buscamos en los relatos de la memoria, un sentido que dé identidad al sujeto, recuperándolo como protagonista de su propia historia.
Porque narrar historias sostiene la función historizante de la memoria, en una búsqueda de múltiples sentidos a lo ausente, a las pérdidas y a lo diverso. Reconstruir el pasado da significado al presente y permite proyectarse al futuro, re-escribiendo una autobiografía de los modelos vinculares. Descubrir la propia historia y concretizarla en producción estética, como forma diferente de comprender la realidad, nos posiciona críticamente frente a los modelos culturales impuestos. Al construir una red creativa, uno está allí para contar una historia, otro se ofrece para representarla en múltiples versiones y hay un tercero para escuchar a ambos. Aparece la necesidad de ligarse, el deseo de pertenecer a un conjunto y la búsqueda de apuntalamiento en el otro, como condición de posibilidad de anudamientos en una reparación de la trama social agredida. Hoy, la compañía de "Los Teatros de la Memoria" a sido convocada para trabajar en el Centro Cultural General San Martín. Los Domingos del mes de Octubre, llenaremos una sala como "Remedios para Melancólicos". Allí estaremos y entonces, el acontecimiento valdrá por el monto de riesgo creativo que produzca.
Volveremos a intentar crear un "espacio de resistencia cultural", como posibilidad de construcción de una subjetividad alternativa. Producir un acto contracultural como oposición a la tristeza, a la impotencia, al aburrimiento de la sociedad,.

Como dice Deleuze. "Un encuentro como rebelión a la aceptación pasiva de modelos ajenos".

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